El amor frente al sometimiento

A diferencia de lo que propugna el Islamismo, Dios no quiere que nos sometamos, no quiere que le adoremos. Quiere mucho más. Quiere que le amemos. Y que le amemos con libertad. El amor, la mayor expresión de la libertad.
El mayor tesoro que guarda el hombre, la mayor recompensa.

Y no sólo eso, quiere que nos amemos los unos a los otros, libremente, ejerciendo nuestra propia libertad, pues amando al prójimo le amamos a Él. «Lo que le hicisteis a este a mi me lo hicisteis a Mí».

Ese es el espíritu central, el mensaje del Cristianismo. Ese es el secreto de nuestra civilización.

El Cristianismo, el mensaje de Cristo, no necesita leyes humanas, leyes civiles como la Sharía de los musulmanes, ya que se rige por una sola ley divina: el amor. El amor de Dios, el amor a Dios, el amor al prójimo. «Que os améis los unos a los otros como yo os he amado».

Y lo que exige el cristianismo es que ese principio, el del amor en libertad, esté presente en todas las normas que los hombres se impongan para su convivencia.

El amor, o es libre o no es amor.

El amor que no se da libremente no es nada. Por eso Dios dio al hombre el libre albedrío, la libertad de elegir. El ejercicio de la libertad es la mayor conquista de la civilización cristiana occidental.

Tenemos del deber, la necesidad, de defender la libertad con amor, pero también con fuerza y determinación. Con la fuerza que nos da creer firmemente en la libertad que es la fuente de la verdadera felicidad. Con el convencimiento de que el sometimiento y la indolencia no nos llevará más que a la frustración y al aniquilamiento.

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