La arena dorada cubre la montaña
de esta duna fresca e iluminada
bajo un cielo y una nube alada
de una tierra amada y extraña.
Los colores se diluyen lejanos
y desaparecen las sombras negras
de aquellos falsos dioses paganos
grabados en grandes y pardas piedras.
Cielo y mar ahora se ennegrecen
y de la duna de arena dorada
los brillos y la luz desaparecen.
Pero mi alma resplandece aclarada
ante aquellos que solos se enfurecen
y los vence, de virtud bien armada.
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