Causas y efectos de la crisis de Occidente y de Europa

Parece que todos estamos de acuerdo en que Occidente pasa por una crisis que va mucho más allá de la crisis financiera y económica; Occidente está inmerso en una crisis de valores, en una crisis de identidad, inmerso en la indolencia, el egoísmo y la codicia, en la que la gente trata de justificarse con buenismos hipócritas refugiándose en la defensa del cambio climático, el animalismo, la homosexualidad, los negritos de África y el multiculturalismo, pero solo para atacar al sistema. Mientras en las relaciones próximas cada vez recurren más a la violencia, el saqueo de la propiedad ajena, el ataque a las libertades y el odio a los emprendedores y el hedonismo.

La globalización del comercio ha ido acompañada de la liberalización comercial entrando en competencia con países que no cumplían con las condiciones necesarias para entrar en un mercado libre ni por sus condiciones políticas ni económicas ni sociales, y cuyos países, además, no han desarrollado los compromisos previamente convenidos con ellos para los tratados comerciales. Esto ha conllevado un desequilibrio geoeconómico y geopolítico muy importante entre Occidente y China y los países del sudeste asiático. Sobre todo en detrimento de Europa.  El desarrollo económico en estos países les ha proporcionado un desmesurado poder, especialmente a China, países con un alto sentido nacionalista y políticamente no democráticos, poder que puede y va a ser utilizado políticamente sobre el resto del mundo.

No podemos calificar la globalización ni de mala ni de buena. Sencillamente es un hecho, es un avance de la civilización y, aunque provoque daños colaterales, es en su esencia buena. Lo malo es entregarse a la globalización sin entender que tenemos que defendernos en este nuevo contexto de la realidad. Y Europa no lo ha hecho. Se ha creído que era tan fuerte que podía entregarse a una comercio libre global si protegerse y sin reajustar internamente su economía. En España el Sector Industrial se ha reducido hasta menos del 25% de su PIB y Europa va camino de convertirse en un “parque temático”.

Por otra parte, el desarrollo del “Estado de Bienestar” en Europa y la propaganda de la izquierda, han ido creando en la gente la sensación de que el Estado tiene que proporcionarles la satisfacción de todas sus necesidades, sin que ello exija un esfuerzo o contraprestación personal. No solo derecho a la educación y a la protección de la salud, que todos entendemos que el Estado debe de proteger, sino a becas, viviendas gratis, subvenciones, etc… Todo esto ha generado en mucha gente una sensación de indolencia, de dejadez y pereza. Pero esto no es todo. Este “Estado de Bienestar” ha justificado y propiciado el acaparamiento de las Administraciones Públicas de gran parte de la actividad de la Sociedad Civil mediante la estatalización de las empresas de servicios públicos o la creación de Fundaciones Públicas. La preponderancia de “lo público” también ha justificado y propiciado la hiperburocratización de las Administraciones Públicas y de las estructuras políticas, especialmente en la Unión Europea y en España de manera muy relevante.

Estas mismas políticas, desarrolladas desde posiciones socialdemócratas han ido acompañadas por una presión política y mediática para la imposición del laicismo en todos los órdenes de la vida, cuando no de un ataque directo a la religión cristiana azuzado desde la extrema izquierda postsoviética presente en España. Se ha despreciado, condenado y ridiculizado cualquier pensamiento cristiano y, especialmente, católico, de manera que la gente se ha quedado espiritualmente huérfana. El problema más importante del hombre es existencial, es encontrar el sentido de la vida y la trascendencia ante la muerte. Si esto desaparece ofreciéndole solo un nihilismo existencial, desaparecen el resto de valores y aparecen la indolencia, el hedonismo, el egoísmo y la violencia.

Los efectos de todo esto no pueden ser más desastrosos:

Sufrimos un declive demográfico que nos lleva a una desaparición de la población europea que será sustituida por personas procedentes de África (donde la presión demográfica es tremenda), en su mayoría musulmanes, y de otros países musulmanes como Pakistán.

La crisis identitaria, espiritual y religiosa será aprovechada por el islamismo que mediante los instrumentos del terror generan “síndrome de Estocolmo” ofreciendo la salvación y el acogimiento al grupo colectivo islámico. Muchos europeos, ante la indolencia y el temor a sentirse rechazados aceptarán el islamismo aunque no lo deseen.

El futuro está claro. Europa irá derivando hacia el tercermundismo económico y cultural; habrá una involución económica y un retroceso en libertad, igualdad y derechos humanos.

¿Lo vamos a permitir? ¿No vamos a reaccionar ante esta situación en defensa de nuestros hijos y nietos? ¿De verdad nuestra indolencia, despreocupación y dejadez nos va a dejar llegar a esta situación tan catastrófica?

Espero que no. Creo que no. Confío que no.

 

 

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