Competencia y progreso económico y social

La competitividad en un elemento de progreso económico, social, científico, deportivo, cultural y, en definitiva de todas las actividades del ser humano. La competitividad es innata a la persona, al individuo, que se esfuerza en hacer las cosas mejor que los otros con el fin de obtener un beneficio económico o un reconocimiento social y, también, una satisfacción personal. De esa manera, la competencia en una fuente dinamizadora para la creatividad y la innovación.

La idea de competencia, en principio, va asociada a la libertad. Sin libertad no hay competencia. El dirigismo es contrario a la competencia al cercenar la iniciativa de los ciudadanos y someterla a los planes directores. Basada en esa idea, ya Adam Smith elaboró la teoría de que la libertad de mercado era la plataforma idónea para el crecimiento económico y la riqueza de las naciones. Planteaba que la competencia perfecta se daba cuando se producían las siguientes condiciones:

  1. Libertad de acceso al mercado: Cualquier persona puede acceder a fabricar, comercializar, comprar o vender un producto.
  2. Claridad del mercado: Todo el mundo puede conocer los precios y características de los productos existentes en el mercado.
  3. Homogeneidad de productos: Los fabricantes y consumidores pueden identificar los productos con similares características.
  4. Libre concurrencia: los fabricantes pueden fijar libremente los precios y los consumidores elegir libremente los productos que deseen de entre los precios ofertados.

Pero Adam Smith creía que las propias leyes del mercado eran capaces de regularlo de manera automática, tendiendo este necesariamente hacia la competencia perfecta. En ello se equivocaba.  La propia dinámica de los ofertantes, fabricantes, prestadores de servicios y comercializadores, en base a la competitividad, hace que cada uno de ellos busque situaciones de influencia sobre los compradores al margen del precio, tratando de diferenciar su producto o servicio del de los demás ofertantes, es decir, creando situaciones, las más de las veces transitorias, de monopolio.

La naturaleza misma de la oferta hace que los oferentes tiendan siempre a situaciones monopolísticas y, si no se regula el mercado para garantizar la competencia perfecta, no ya a competir mediante la diferenciación de sus productos incorporando mejoras que no tiene la competencia, sino también hacia acciones especulativas y acaparadoras que los posicionen como únicos
suministradores.

La Comisión Europea de Política de Competencia utilizó las armas de la política de competencia para hacer frente a la crisis aportando beneficios a los consumidores, tanto en la defensa contra las prácticas de monopolio como en las ayudas de los Estados o el control de las fusiones, la lucha contra los cárteles, la lucha contra los abusos de posición dominante en el mercado,
siendo la política de competencia un factor constructivo y estabilizador del sistema financiero de la UE y de la economía real en general. La Comisión adoptó en Abril de 2008 el Libro Blanco sobre «Acciones de daños y perjuicios por incumplimiento de las normas comunitarias de defensa de la competencia». El Libro Blanco representa un paso adelante en la superación de los obstáculos a los que se enfrentan actualmente las víctimas de problemas de competencia para recibir compensaciones eficaces.

Está ampliamente demostrado que la máxima eficiencia y eficacia se produce como consecuencia de las leyes de mercado de competencia perfecta, es decir, cuando el acceso al mercado es libre, cuanto este es transparente y cuando está regulado de tal manera que se eviten situaciones especulativas y de monopolio o de oligopsonio.

Como decía al principio, la competitividad exige creatividad e innovación y es la fuente del progreso económico y social. Gracias a ella los productos son cada vez mejores, cada vez más avanzados y cada vez más baratos y asequibles. La competitividad es la fuente del progreso.

En el caso de la crisis financiera y económica que vivimos, sería un error achacarla al modelo capitalista o de economía de libertad de mercado, y ser tentados nuevamente a descubrir otras fórmulas restrictivas de la libertad que nos llevarían a situaciones de retroceso económico y social. La crisis viene dada precisamente porque los Estados no han sido diligentes a la hora de evitar las acciones especulativas y la falta de trasparencia en las operaciones inmobiliarias, pero fundamentalmente en las operaciones financieras.

Los Estados y las Administraciones Públicas del Estado son muchas veces inductores, cuando no creadores, de situaciones monopolísticas u oligopolísticas, o de situaciones de oligopsonio. Intervienen los mercados en aras de garantizar una oferta, o
satisfacer una demanda, pero a la postre crea ineficiencias, destruye la competitividad y, en muchas ocasiones, son fuente de corrupción en mayor o menor grado.

Son de dominio público las ineficiencias de la Planificación de la Economía y de las empresas estatales en su actividad económica, ya sea en la producción de bienes materiales como de servicios, deficiencias en la producción, en el I+D y en la retribución de los trabajadores, cuyo paradigma se evidenció en los Estados del antiguo régimen soviético; deficiencias de las empresas públicas que en países de economía de mercado han tenido que suplirse con subvenciones públicas más o menos encubiertas o la creación de situaciones de privilegio en los mercados.

El Estado debe de regular y vigilar los mercados, no interviniendo en ellos como agente productor o comprador privilegiado sino generando leyes y normas que garanticen su libertad y que eviten situaciones de privilegio permanente y monopolísticas, vigilando e impidiendo el desarrollo de actividades contrarias a las leyes de libertad de mercado antes expuestas.

Vivimos en un mundo global,  donde las fronteras arancelarias han ido desapareciendo, donde las economías antes tercermundistas han ido creciendo a velocidad de vértigo y donde las empresas compiten en un mercado mundial. Y esto es bueno y es justo, pues permitirá un mayor equilibrio entre naciones, pero donde será cada vez más necesaria la lucha contra los abusos de posición dominante en el mercado, no ya solo por la Unión Europea, sino por los Organismos Internacionales como el FMI, el Banco Mundial y las instituciones de la ONU.

 

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