El enigma de Jesucristo. El enigma de Dios.

Dios y hombre verdadero
¿Era consciente Jesús de que Él era Dios? Según se deduce de la lectura de los Evangelios, Jesús era consciente de que era hombre, sujeto a sus dolores, disfrutes y flaquezas. Tenía las mismas apetencias del resto de los hombres. Tenía frío, se apenaba del dolor y el mal, disfrutaba con el descanso, el sueño, la amistad y el cariño. Sufría con el dolor. Era un hombre al 100% con las limitaciones del hombre. Pero era Dios también. Hijo de Dios y Dios mismo como Ser único, que por su propia voluntad era también hombre, no con aspecto de hombre sino hombre pleno, con sus flaquezas y sus virtudes. Y como Dios, era también El Infinito, El Eterno, El Todopoderoso, la Vida, la Verdad, el Amor y La Palabra, El que Es.

Jesucristo era consciente de que era Dios y de que era hombre, sometido a la realidad del hombre; era el Hijo del Hombre y el Hijo de Dios. Y, por tanto, sujeto a la realidad de Dios.

Jesucristo sufrió y gozó como hombre, siendo al mismo tiempo el Bien eterno, la Felicidad eterna, la Belleza eterna. Él sabía que iba a morir, que iba a sufrir, pero también sabía por qué. Era su voluntad, era la voluntad de Dios. Iba a morir para redimir al hombre, para cambiarle proponiéndole un camino de virtud. Pero ¿era necesario sufrir ese tormento para afianzar el mensaje? Es un misterio. Solo el fruto de su mensaje parece justificarlo.

El misterio está en la relación Dios-hombre. El hombre es todo para Dios. Sin el hombre, o sin otros seres de libre voluntad, no tendría referente. Por eso lo creó; en una dimensión temporal para el hombre, no para Dios, que es eterno, y terna es para Él toda la creación, todo el universo visible e invisible, todas las dimensiones de la existencia.

Dicen que Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza. Dios necesita al hombre y el hombre sin Dios no es nada. Sin Dios el hombre es algo fugaz que ni existió ni existirá. Algo absurdo para su propia conciencia.

Dios creó las reglas, el caos y el azar como fundamento, como base para el ejercicio de la libertad del hombre, como base para el ejercicio de la voluntad. Sin voluntad no hay libertad pues esta no puede ejercerse. Y Dios dio al hombre libertad y voluntad para ejercerla, para elegir y decidir entre el bien y el mal; la capacidad de obtener el mérito por sí mismo, de no ser un autómata predeterminado.

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