Oda a la Farmacia. Pablo Neruda

Qué color a bosque

tiene

la farmacia!

 

De cada

raíz salió la esencia

a perfumar

la paz

del boticario,

se machacaron

sales

que producen

prodigiosos ungüentos,

la seca solfatara

molió, molió, molió

el azufre

en su molino

y aquí está

junto

con la resina

del copal fabuloso:

todo

se hizo cápsula,

polvo,

partícula

impalpable,

preservador

principio.

 

El mortero

machacó diminutos

asteriscos,

aromas,

pétalos de bismuto,

esponjas secas,

cales.

 

En el fondo

de su farmacia

vive

el alquimista

antiguo,

sus anteojos

encima

de una multiplicada

nariz,

su prestigio

en los frascos,

rodeado

por nombres

misteriosos:

la nuez vómica,

el álcali,

el sulfato,

la goma

de las islas,

el almizcle,

el ruibarbo,

la infernal belladona

y el arcangelical bicarbonato.

 

Luego la vitaminas

invadieron

con sus abecedarios

sabios anaqueles.

 

De la tierra,

del humus,

de los hongos,

brotaron

los bastones

de la penicilina.

 

De cada

víscera

fallecida

volaron

como abejas

las hormonas

y ocuparon

su sitio en la farmacia.

 

A medida

que en el laboratorio

combatiendo

la muerte

avanza

la bandera

de la vida,

se registra

un movimiento

en el aroma

de la vieja farmacia:

los lentos

bálsamos

del pasado

dejan

sitio

a la instantánea caja

de inyecciones

y concentra una cápsula la nueva

velocidad

en la carrera

del hombre con la muerte.

 

Farmacia, qué sagrado

olor a bosque

y a conocimiento

sale de tus

estanterías,

qué diversa

profundidad de aromas

y regiones:

la miel

de una madera,

el purísimo polvo

de una rosa

o el luto

de un veneno.

 

Todo

en tu ámbito claro,

en tu universidad

de frascos y cajones,

espera

la hora de la batalla en nuestro cuerpo.

 

Farmacia, iglesia

de los desesperados,

con un pequeño

dios

en cada píldora:

a menudo eres

demasiado cara,

el precio

de un remedio

cierra tus claras puertas

y los pobres

con la boca apretada

vuelven al cuarto oscuro del enfermo,

que llegue un día

gratis

de farmacia,

que no sigas

vendiendo

la esperanza,

y que sean

victorias

de la vida,

de toda

vida

humana

contra

la poderosa

muerte,

tus victorias.

Y así serán mejores

tus laureles,

serán más olorosos los sulfatos,

más azul el azul de metileno

y más dulce la paz de la quinina.

 

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