Sacar frutos del sufrimiento

Aun cuando seguimos inmersos en una pandemia, ya es hora de analizar qué hemos de hacer para convivir con esta, prepararnos para este futuro inmediato y prepararnos para más a delante.

Nos hemos encontrado con un virus que ataca con mayor virulencia y con un alto porcentaje de mortalidad a las personas mayores, que al parecer afecta de manera especial a la población indoeuropea y que la mayoría de las personas jóvenes pasan su infección de manera asintomática o sufren síntomas livianos. Es un virus que penetra más fácilmente en las células envejecidas, por lo que la población mayor es una población de alto riesgo.

La experiencia de esta pandemia, ha de hacernos reflexionar sobre que las medidas hasta hora asumidas son insuficientes. Debemos no solo controlar el contagio y la expansión, sino identificar y proteger los grupos o personas de riesgo, en especial las de alto riesgo.

Por otra parte, se ha desarrollado un gran esfuerzo por conocer cómo actúa este virus y su comportamiento molecular, conocer el por qué, cuándo y cómo actúa y cuáles y cuándo se producen las patologías que desarrolla y por qué.

Hoy ya se conoce mucho, pero no todo. Lo que si es cierto es que, por los estudios de carga viral, liderados por el Grupo HM Hospitales, demuestran que esta ha disminuido de manera radical. Esto se ha traducido en la menor gravedad de los nuevos casos ingresados en los hospitales y, por tanto, la disminución de los nuevos ingresados en UCI hasta casi desaparecer. Eso nos hace suponer que este virus se está debilitando y, esperemos que continúe así.

Creo que, para el futuro, serán muy útiles estos estudios, no solo para mejorar el conocimiento y la prevención y defensa frente a los virus y especialmente para los coronavirus, sino en general para el conocimiento del funcionamiento molecular de nuestras células y genes y sobre todo del comportamiento y la reacción de nuestro sistema inmunitario, y así contribuir al mejor conocimiento general de las enfermedades.

Finalmente, hemos constatado cómo se colapsaba nuestro sistema sanitario a pesar de los esfuerzos desarrollados por los gestores, los directores asistenciales médicos y de enfermería; a pesar del enorme esfuerzo realizado por los profesionales sanitarios, desprovistos de los recursos de protección necesarios, ante el desbordamiento de pacientes que acudían en masa a las urgencias hospitalarias.

Esto no debería de volver a ocurrir. Por ello hay que trabajar sobre qué debemos hacer ahora para resolver los problemas generados y para que no se vuelvan a producir en el futuro. Un futuro que puede estar más o menos cercano o lejano, pero que tenemos que afrontar.

El impacto económico, financiero y psicológico, el impacto en la calidad de la asistencia sanitaria y en los resultados en salud, son aspectos sobre los que también hemos de trabajar.

También hemos de saber aprovechar las experiencias y las oportunidades de mejora de la atención sanitaria, como la atención al paciente de manera telefónica o virtual por su médico, el uso de internet, la compartición con el paciente de su historia clínica y farmacológica y la práctica generalizada de la telemedicina, lo que será un paso más para la plena digitalización de la asistencia sanitaria.

Pero no solo vamos a pensar en el futuro. Tenemos que pensar también en el presente. ¿Cómo vamos a convivir con el virus? ¿Cómo tenemos que organizar nuestros Hospitales, Centros de especialidades, ambulatorios y centros de Salud para que puedan seguir dando la asistencia sanitaria a todos los enfermos? ¿Cómo vamos a organizar las urgencias, las admisiones, las plantas de hospitalización? ¿Cómo vamos a organizar el abordaje de los pacientes? ¿Cómo nos vamos a asegurar de contar con los equipos de protección, las medicinas y el equipamiento diagnóstico y terapéutico necesario?

Son los políticos, los gestores, los gerentes y directores, médicos, enfermeros y demás responsables sanitarios públicos y privados, los que deben de trabajar juntos para analizar y dar respuesta a estas preguntas. Por supuesto, contando con los centros de investigación y con las industrias farmacéutica y de las tecnologías sanitarias, sin cuya colaboración nada es posible.

Para conseguirlo es para lo que está trabajando la FUNDACIÓN BAMBERG que presido. Hay que sacar frutos de la experiencia. Hay que sacar beneficios de este esfuerzo, este dolor y sufrimiento pasados. Eso es importante siempre: sacar beneficio para el futuro, para nuestros hijos, para nuestros nietos.

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