Cultura y Democracia

Si entendemos por democracia el gobierno de la mayoría, es decir, que lo que opine la mayoría es lo correcto y debe de acatarse, la bondad de esa democracia dependerá de la bondad de la gente que vota y de su cultura, de su nivel cultural.

Por voluntad de la mayoría se han cometido muchos asesinatos, genocidios, injusticias, guerras…

Las cosas no son buenas o malas porque así lo opine la mayoría sino que son de por sí buenas o malas; aunque la mayoría opine que es bueno matar, esto es connaturalmente malo. Así como cuidar y sanar a la gente es connaturalmente bueno para el hombre.

En sus inicios, la capacidad de votar se asoció a su nivel de renta –o mejor, de su nivel de contribución al estado mediante impuestos- y de su nivel cultural. Esto hubo de corregirse pues ciertamente dejaba indefensos a las clases trabajadoras o de bajo nivel cultural y de ingresos.

Pero todos hemos de admitir que un pueblo espiritualmente sano y culto es capaz de hacer un ejercicio de la democracia de manera justa y benéfica para todos.

Durante el período de la ilustración, desde finales del siglo XVII a finales del XVIII, desde el poder absoluto de los monarcas se pretendía educar a las masas no ilustradas. Varios monarcas aceptaron las ideas propuestas por la ilustración requiriendo la colaboración de hombres calificados y con nuevas ideas, dispuestos a reformar e impulsar el desarrollo político y económico de las naciones.

Esta labor, tras la Revolución Francesa, siguió ejerciéndose desde las monarquías posteriores, al tiempo que se iban implantando regímenes liberales y desarrollando los sistemas democráticos.

Con la idea paradigmática de que la democracia liberal es el régimen político ideal, desde occidente se ha tratado de exportar este sistema a todas las naciones, independientemente de su nivel cultural y su desarrollo tecnológico y económico.

La caída del muro de Berlín supuso la pervivencia de regímenes, antes apoyados por la Unión Soviética, como los de Irak, Siria, Egipto, Libia, con un poder autoritario capaz de controlar los extremismos étnicos y religiosos propios de sociedades culturalmente y económicamente poco desarrolladas. Estos ejercían una “dictadura ilustrada”. Contenían el fanatismo, se constituían como un poder de carácter laico y pretendían conseguir el crecimiento cultural y económico buscando la cohesión entre sus ciudadanos. Eso sí, bajo un régimen dictatorial represor con los disidentes.

Occidente acabó o ayudó a acabar con estos regímenes en Afganistán, Irak, Libia… Y estos países –que eran ciertamente multiculturales, conviviendo religiones y etnias- se convirtieron en naciones fracasadas, sin futuro, con el triunfo de la intolerancia, los fanatismos, el terror y las guerras civiles entre facciones, sin visos de solución.

Se quiso implantar o ayudar a implantar la democracia y lo único que se consiguió fue el terror y la destrucción.

Otros países como Kuwait, los Emiratos y Arabia Saudí, con regímenes absolutistas, que no estuvieron bajo la influencia de la Unión Soviética, siguen gobernando a su población, pero bajo un régimen islamista y también represor con los disidentes. La ilustración no existe; solo la Sharía, la tecnología y el dinero.

Occidente se ha movido torpemente, primado los intereses económicos derivados del petróleo. Mientras tanto, los movimientos islamistas cuyos exponentes más relevantes con Al Qaeda y el Estado Islámico, extienden la Guerra Santa por todo occidente y los países de su órbita con el objetivo de que la Sharía sustituya a la ilustración.

Los pueblos necesitan desarrollarse social, cultural y económicamente, necesitan desarrollarse políticamente para poder acceder a una democracia verdadera y, para ello,  hubieran necesitado, como Europa, pasar antes por un absolutismo ilustrado y una evolución acompasada hasta la implantación de una democracia total y liberal. En la historia de los pueblos no valen atajos; aunque si celeridad y, en la medida de lo posible, aceleraciones.

Los pueblos necesitan un desarrollo económico antes que evitar la mortalidad infantil. ¿De qué vale que un niño no muera si luego no va a tener comida para alimentarse? Los pueblos necesitan un crecimiento armónico, ecológico. Y las interacciones de occidente, dispares, no planeadas ni coordinadas crean, en general, desequilibrios que los llevan a epidemias, guerras civiles, matanzas y regímenes corruptos.

 

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