Don Quijote, el seguidor de un ideal, el buscador de lo imposible, el creador de la fantasía, es el paradigma de hombre libre que va más allá del entendimiento, del convencionalismo, al encuentro de la vida verdadera. Comparando con el caballero cortesano, es decir, el convencional, el políticamente correcto, definía así al caballero andante:

Pero el andante caballero debe buscar los rincones del mundo; entrar en los más intricados laberintos; acometer a cada momento lo imposible; resistir en los páramos despoblados los ardientes rayos del sol en la mitad del verano, y en el invierno la dura inclemencia de los vientos y de los hielos; no le atemoricen leones, ni le espanten dragones ni le den temor los monstruos, porque su principal y verdadero ejercicio es buscar éstos, pelear con aquéllos y vencerlos a todos. A mí me ha tocado en suerte pertenecer a la andante caballería; por eso no puedo dejar de acometer todo lo que me parezca que forma parte de mis deberes. Así, debía acometer los leones, como lo hice, aunque sabía que era una temeridad enorme, porque bien se lo que es la valentía, una virtud que está colocada entre dos extremos viciosos, la cobardía y la temeridad; menos difícil será que el que es valiente suba hasta el punto de ser temerario, a que baje y toque en el punto de cobarde. Igual que es más fácil llegue a generoso el pródigo que al avaro, es más fácil que el temerario alcance la verdadera valentía, que no el cobarde. En esto de acometer aventuras, créame vuestra merced, señor don Diego, mejor es pasarse que quedarse corto, porque suena mejor «tal caballero es temerario y atrevido» que no «tal caballero es tímido y cobarde».

Acometer en cada momento lo imposible…

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