¿Hay que reformar o refundar la Unión Europea?

La Unión Europea actual ha sido construida de manera siempre precaria, sobre bases obsoletas, desde el interés económico. Desde el sentido de culpa de las naciones que la componen. En la segunda guerra mundial, todas fueron perdedoras. Salvo Inglaterra. Y ese sentimiento de culpa, de menosprecio ha impregnado, no solo a los ciudadanos alemanes, sino a los de toda Europa. Lo más grave es que se ha ido creando una burocracia desbordante y carísima, en la que se ha ido afianzando una ideología laicista, anticristiana y suicida. Menospreciamos nuestra cultura y todo lo que nos rodea y el pensamiento antisistema crece sin parar sobre todo entre los jóvenes, cada vez más ignorantes.

La globalización del comercio ha ido de la mano de la liberalización comercial entrando Europa en competencia con países que no cumplían con las condiciones necesarias para entrar en un mercado libre ni por sus condiciones políticas ni económicas ni sociales, países, además, que no han desarrollado los compromisos previamente convenidos con ellos en los tratados comerciales. Esto ha conllevado un desequilibrio geoeconómico y geopolítico muy importante entre Occidente y China y los países del sudeste asiático. Sobre todo, en detrimento de Europa.  El desarrollo económico en estos países les ha proporcionado un desmesurado poder económico, especialmente a China. Países como la India, Indonesia o con regímenes comunistas, aunque con una economía capitalista, como la misma China o Vietnam, autoritarios y no democráticos; poder que puede y va a ser utilizado política, económica y militarmente por China sobre el resto del mundo. Hemos creado un gigante económico y militar en detrimento de nuestras economías. Hemos jugado a la libertad con quien no la defiende.

Pero no podemos calificar la globalización ni de mala ni de buena. Sencillamente es un hecho, es un avance de la civilización y, aunque provoque daños colaterales, es, en su esencia, teóricamente buena. Lo malo es entregarse a la globalización sin entender que tenemos que defendernos en este nuevo contexto de la realidad. Y Europa no lo ha hecho. Se ha creído que era tan fuerte que podía entregarse a un comercio libre global si protegerse y sin reajustar internamente su economía.

La competitividad en un elemento de progreso económico, social, científico, deportivo, cultural y, en definitiva, de todas las actividades del ser humano. Como la libertad. Pero, como en el deporte, no se puede competir con quien no se obliga a las mismas condiciones, como no se puede ofrecer la libertad a aquél que no la respeta.

Como consecuencia de las políticas globalistas, en España el Sector Industrial se ha reducido desde el 76% hasta el 16% de su PIB y España y Europa van camino de convertirse en un “parque temático”. En Europa se ha creado una gran dependencia de China. En China y se producen gran parte de los componentes que necesitan las industrias europeas como las del automóvil, o, por ejemplo, los principios activos de gran parte de los medicamentos que fabrican las compañías farmacéuticas europeas y norteamericanas. Al principio los artículos made in China eran elementales, juguetes y ropa barata; ahora son productos de alta tecnología y hasta los centros de investigación europeos de han desplazado a China o tienen laboratorios en China. Las inversiones extranjeras en China están sometidas a leyes muy restrictivas en cuanto las áreas de inversión, repatriación de capitales y porcentaje de inversión (las empresas extranjeras en China están obligadas a tener un socio chino). China ha ido incorporando el Know How europeo y norteamericano, y sigue empeñada en ello.

Y ni Europa ni los Estados Unidos han sabido protegerse ni de un competidor cada día mas fuerte que inunda sus mercados ni de una dependencia cada vez mas elevada de la producción China. Pero no solo China, La India, indonesia o Vietnam y otros países también. Se han cerrado los centros de producción en Europa (sobre todo en España) y de se compra, se encarga o se invierte en centros de estos países donde la mano de obra era y es más barata y las condiciones de producción son con menos restricciones medioambientales, laborales, de salubridad, etc. Igual pasa con la agricultura. Estamos destruyendo nuestra capacidad agrícola importando de otros países donde la producción es mas barata debido a los mismos parámetros antes señalados.

¿Y eso por qué? Porque en Occidente impera la especulación financiera, la indolencia y el sometimiento a una clase política y burocrática que se mantiene mediante subvenciones a las gentes en base al llamado “Estado de Bienestar”. Occidente pasa por una crisis que va mucho más allá de las crisis financieras y económicas; Occidente, (los países de cultura europea, que es lo que define y caracteriza al llamado “Occidente”) y Europa en particular, está inmerso en una crisis de valores, en una crisis de identidad, inmerso en la indolencia, el egoísmo y la codicia, una situación en la que la gente trata de justificarse con buenismos hipócritas refugiándose en la defensa del cambio climático, el animalismo, la homosexualidad, los “negritos” de África y el multiculturalismo, pero solo para atacar al sistema. Mientras tanto, en las relaciones próximas cada vez recurren más a la violencia verbal y gestual, la violencia en las manifestaciones callejeras, la falta de respeto y el saqueo de la propiedad ajena, el ataque a las libertades y el odio a los emprendedores y el hedonismo. España es el caso más paradigmático.

El “Estado de Bienestar” en Europa y la propaganda lobista, han ido creando en la gente la sensación de que el Estado tiene que proporcionarles la satisfacción de todas sus necesidades, sin que ello exija un esfuerzo o contraprestación personal. No solo derecho a la educación y a la protección de la salud, que todos entendemos que el Estado debe de proteger, sino derecho a becas para todos, viviendas gratis, subvenciones, ayudas, entretenimientos, etc.… El Estado tiene que resolvernos todo: trabajo fijo, vivienda, sanidad, jubilación, subsidio de desempleo, deporte, diversiones, atención social para niños, jóvenes y mayores, sin que nosotros estemos obligados a nada. Sin riesgos ni mayores esfuerzos. El objetivo es tener sometido al ciudadano.

Todo esto ha generado en mucha gente una sensación de indolencia, de dejadez y pereza. Pero esto no es todo. Este “Estado de Bienestar” ha justificado y propiciado el acaparamiento de las Administraciones Públicas de gran parte de la actividad privada, de la Sociedad Civil, mediante la estatalización de las empresas de servicios públicos o la creación de Fundaciones Públicas, compitiendo deslealmente con la iniciativa privada y sirviendo para encubrir la malversación de los caudales públicos. La preponderancia de “lo público” también ha justificado y propiciado la hiperburocratización de las Administraciones Públicas y de las estructuras políticas, especialmente en la Unión Europea y en España de manera muy relevante donde hay una inflación de funcionarios, de políticos y de cargos públicos de designación política con un gasto político y administrativo inasumible.

Estas mismas políticas, desarrolladas y defendidas desde posiciones «progresistas», han ido acompañadas por una gran presión política, y sobre todo mediática, para la imposición del laicismo en todos los órdenes de la vida, cuando no de un ataque directo a la religión cristiana azuzado desde la extrema izquierda populista presente en España. Se ha despreciado, condenado y ridiculizado cualquier pensamiento cristiano y, especialmente católico, de manera que la gente se ha quedado espiritualmente huérfana. El problema más importante del hombre es existencial, es encontrar el sentido de la vida y la trascendencia más allá de la muerte. Si esto desaparece, ofreciéndole solo un nihilismo existencial, desaparecen el resto de valores y aparecen la indolencia, el hedonismo, el egoísmo, el odio y la violencia.

Los efectos de todo esto no pueden ser más desastrosos:

La población está desilusionada, hay una falta de ilusión común, desorientada y sin objetivos, con una progresiva pérdida de la identidad cultural y de la cultura en general. Se impone la cultura del relativismo y cuestionamiento de la propia cultura y se promueve de manera irresponsable en aras del buenismo, la ignorancia progresiva de gran parte de la población, de manera que se ha creado una gran masa media-baja ignorante y embrutecida. De la defensa del débil se ha pasado a la defensa de la cultura del embrutecimiento, la impudicia y la ignorancia, uno de cuyos exponentes más relevantes es la llamada Telebasura. La justificación del delincuente y la demonización del bueno, se expresa en múltiples facetas de la vida, incluso en la imposición de una moda de la antiestética en la decoración, pintura, música, ropa, con el imperio de lo gris y lo negro, etc.

Los sistemas políticos de los países europeos, y especialmente el de España, se han convertido en regímenes partitocráticos, en los que el poder legislativo domina al ejecutivo y al judicial; y el legislativo a su vez es dominado por los partidos políticos que confeccionan las listas cerradas para las elecciones al parlamento. El resultado es un gobierno ejecutivo que propone las leyes y dicta decretos ley dominando los otros poderes, que no son libres.

Este dominio de los partidos ha marcado la creación de una casta dominante, la de los políticos afincados en las Administraciones Públicas Europeas y de muchos de sus países miembros. La búsqueda del voto y esta invasión de la vida civil por la Administración Pública y la estructura política, ha generado una deuda pública incontrolada, corrupción, sectarismo y actitudes mafiosas, especialmente afianzada en los países septentrionales europeos.

La Primera y la Segunda Guerra Mundial fueron guerras preparadas y fomentadas estratégicamente desde fuera y dirigidas a exterminar política, moral y demográficamente a Europa. Se ha fomentado el sentimiento de culpa en Europa y su desmoralización tanto anímica como en la perdida de sus valores, cuando sin embargo Europa ha sido el faro y motor de la civilización y el impulsor del desarrollo cultural, económico, científico, tecnológico y filosófico del mundo. Europa ha sido la gran civilizadora. Europa, que lo expandió al resto del mundo. Una Europa que no se sienta como patria de sus ciudadanos, como la suma de patrias, orgullosa de su pasado, no es viable y acabará sometida.

Ahora estamos en una Tercera Guerra contra Europa y la cultura europea. El laicismo, el abortismo, el feminismo como enfrentamiento de sexos, la promoción de la homosexualidad, las leyes LGTBI, las políticas de promoción del odio y el enfrentamiento histórico, desarrollado mediante las llamadas leyes de memoria histórica, son algunas de las armas que se están empleando cuyo resultado es el suicidio demográfico y la indolencia de la población. Pero otras muchas armas están latentes.

El gobierno de la Unión Europea y la mayoría de los gobiernos de Europa están dominados por el lobby globalista especulativo que pretende destruir la civilización europea, sustentada en los valores del clasicismo grecorromano y el cristianismo; un lobby que, en connivencia con el islamismo, pretende destruir Europa. Lobby en el que están la Open Society de Soros y otros lobbies especulativos financieros y grandes fondos de inversión asociados al Nuevo Orden Mundial. Desde el lobby globalista se pretende una y otra vez la generación de crisis económicas en las que los especuladores financieros hagan sus ganancias y su poder con el que desarrollar su “ingeniería social”. Ya sabemos: A río revuelto ganancia de pescadores.

Sufrimos un declive demográfico que nos lleva a una desaparición de la población europea que será sustituida por personas procedentes del África subsahariana y del norte de África, en ambos casos de mayoría musulmana, y de otros países musulmanes como Pakistán o Bangladesh también con gran presión demográfica.

La crisis identitaria, espiritual y religiosa será aprovechada por el islamismo que mediante los instrumentos del terror generan “Síndrome de Estocolmo” ofreciendo la salvación y el acogimiento en el grupo colectivo islámico. Muchos europeos, ante la indolencia y el temor a sentirse rechazados aceptarán el islamismo, aunque no lo deseen.

El futuro está claro. Europa irá derivando hacia el tercermundismo económico y cultural; habrá una involución económica y un retroceso en libertad, igualdad y derechos humanos.

Tenemos que revelarnos ante este destino de Europa

¿Lo vamos a permitir? ¿No vamos a reaccionar ante esta situación en defensa de nuestros hijos y nietos? ¿De verdad nuestra indolencia, despreocupación y dejadez nos va a dejar llegar a esta situación tan catastrófica? Me dirijo a todos: políticos, empresarios, intelectuales, ciudadanos en general. Como decía Gandhi, lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena.

Para que Europa tenga un futuro, se ha de formar un ideal entre la población por desarrollar una Europa orgullosa de los logros de su civilización y empeñada en superar sus errores y dificultades, en busca de su consolidación y superación como faro cultural, científico, tecnológico y humanista; capaz de liderar e integrar el desarrollo de la humanidad. Con una identidad propia, suma de las identidades de las naciones que la conforman. Limitada no por la geografía sino por la cultura.

La construcción europea no puede basarse en la disolución de las naciones que la componen pues ello conllevaría a la disolución de Europa, sino en la exaltación de cada una como expresión de la cultura común que nos ha unido a lo largo de la historia, en un proyecto ilusionante y patriótico.

Los euroescépticos son los gobernantes actuales de la UE. No aquellos que discuten su organización política. La UE sin sus Naciones queda diluida en la nada.

Es necesario que exista una UE que se sienta como la unión de patrias, no como la disolución de patrias. La UE actual es el fruto de la lucha antipatriótica europea; se ha vendido como superación de enfrentamientos, pero con sentimiento de culpa y rechazo a su historia y no como un crisol de las naciones que la componen, orgullosas de su historia y de su cultura, que comparten entre ellas.

Hay que transformar la Unión Europea. La Europa del futuro ha de construirse mediante una transformación política, sobre las bases de una nueva democracia. Los regímenes políticos de las naciones que conforman actualmente Europa son regímenes envejecidos, con nacionalismos regionales exacerbados por los políticos, que han fomentado la cultura del subsidio y con una progresiva y extenuante invasión de la vida civil por parte de la Administración Pública, formando chiringuitos y actuando sus jefecillos como los antiguos caciques proclives a la corrupción.

Pero, a pesar de las dificultades, vivimos en una sociedad civil desarrollada y capaz de organizar su convivencia y que de manera progresiva y desde múltiples ángulos de la sociedad así lo venimos reclamando.

Deseo una Europa que no sea el refugio de naciones fracasadas. Deseo una Europa de naciones orgullosas de sí mismas y de su historia y su cultura y orgullosas de compartirlas y haberlas compartido con el resto de las naciones europeas. Deseo una Europa digna y también satisfecha de sí misma y de su historia, de su cultura, de su civilización. Donde nos preocupemos por poner de relieve los logros alcanzados por nuestra civilización en cada uno de los países que la componen y que se han enriquecido mutuamente entre sí en todos los aspectos configurando la Cultura Europea.

Deseo una Europa unida, una Europa de naciones comprometidas a defender la civilización europea, la cultura europea, ilusionadas en el desarrollo de un proyecto común de liderazgo en todos los órdenes. Una Unión Europea reformada, abierta y competitiva. Una Europa de naciones y ciudadanos libres, donde no estén oprimidos por las administraciones públicas. Con una organización eficiente, sin el despilfarro y el gigantismo funcionarial y burocrático actual.

Una Europa donde se premie el mérito y el esfuerzo y donde a la vez se socorra al que es realmente necesitado. Donde no se busque el voto sino la justicia social. Una Europa que quiera conservar su propia identidad, consciente de que la deriva demográfica la hará desaparecer. Una Europa que no quiera suicidarse demográfica, cultural y económicamente.

Esa es la Europa del futuro; la otra Europa desaparecerá.

NOTAS

Nota 1

Del libro «Pour l’Europe», de Robert Schumann, uno de los fundadores de la Unión Europea:

La democracia debe su existencia a la Cristiandad. Nació el día en que el hombre fue llamado a reconocer, en esta vida temporal, la dignidad de cada persona humana, en su libertad individual en el respeto a los derechos de cada uno y por la práctica de un amor fraternal hacia todos. Nunca antes de Cristo se habían formulado tales ideas. La democracia está por tanto ligada a la Cristiandad, doctrinal y cronológicamente.

La Democracia será Cristiana o no será. Una democracia no cristiana es una caricatura que desemboca en tiranía o anarquía.

Nota 2

Manifestaciones del Papa Francisco en el vuelo de regreso a Roma desde Rumanía: Un político jamás debe sembrar odio y miedo, tan sólo esperanza. No deben hacer campañas con banderas deshonestas como la calumnia, la difamación o el escándalo.

Siento que Europa ha envejecido. Ha perdido la ilusión de trabajar juntos, Europa tiene la necesidad de ser sí misma, de su propia identidad para superar las divisiones y fronteras.

En Papa Juan Pablo II no se cansaba de repetir y gritar: “¡Europa, vuelve a encontrarte, sé tú misma!

El 9 de noviembre de 1982 Juan Pablo II pronunció un memorable discurso sobre la identidad europea. En él lanzó un reto: “Desde Santiago, te lanzo, vieja Europa, un grito lleno de amor: Vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces. Revive aquellos valores auténticos que hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en los demás continentes. Reconstruye tu unidad espiritual, en un clima de pleno respeto a las otras religiones y a las genuinas libertades. Da al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. No te enorgullezcas por tus conquistas hasta olvidar sus posibles consecuencias negativas. No te deprimas por la pérdida cuantitativa de tu grandeza en el mundo o por las crisis sociales y culturales que te afectan ahora. Tú puedes ser todavía faro de civilización y estímulo de progreso para el mundo”.

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